en que se trata de los requisitos del exorcista, y debida preparación para exorcizar
La primera y principal arma que ha de esgrimir el Exorcista, sea clérigo o seglar, es una viva e indubitable fe y confianza en Dios y en Nuestro Salvador Jesucristo, por que con el dedo de Dios ha de echar al demonio, y pisar no solamente al León más bravo sino también al Dragón Rojo, aunque venga del Infierno. Y aunque es verdad que el Exorcista obra por mediación del Santísimo Nombre y por eso son sus oraciones muy poderosas, con todo debe tener mucho cuidado de que su alma y conciencia estén limpias por la contrición y dolor verdadero y sacramento de la confesión. Primeramente porque el demonio no le puede argüir de pecado, ni tenga sobre él ningún poder, pues consta por la Escritura que Dios nuestro Señor, le da muchas veces licencia para dañar al que vive en pecado; así refiere Cardano, en su tratado De Subtilitate, libro 19, que un demonio duende hizo burla de los exorcismos de unos ministros de la Iglesia, quia furti, et sacrilegii criminibus essent infames. Segundo: por que con semejante preveción es muy acepto a Dios y alcanza más presto la victoria.
Debe tener también el Exorcista verdadera humildad y no dará entrada a la vanagloria ni lugar a las alabanzas y aplausos de los hombres, sino que tan solamente aprecio y estimación de la mayor honra y gloria de Dios, acordándose de lo que dijo Jesucristo a sus apóstoles: Veruntamen in hoc nolite gaudere, quia spiritus subjiciuntur vobis: gaudete autem, quod nomina vestra scripta sun in coelis. Este debe ser el principal fin y motivo del Exorcista, y no la estimación del vulgo, no el interés ni otro cualquier respeto humano.
Otro sí, procurará tener el alma y el espíritu libre de los cuidados y negocios del siglo y sólo ocuparse en santas oraciones y obras pías. Y por que Nuestro Salvador (Matth., 17) nos avisa que este género de demonios no se lanza sino por medio de la oración y el ayuno, tendrá cuidado de ejercitarse en estas semejantes buenas obras y de no llegar a conjurar ni exorcizar sin prevenirse con el ayuno y la penitencia, si no es que la perentoria necesidad le excuse.
Daré fin a este capítulo advirtiendo al Exorcista no sea fácil en juzgar que alguno está endemoniado o enfermo por hechizos, sino que debe primero reparar cuidadosamente en las señales y circunstancias de que tratare luego.
Mucho menos debe atribuir a encantamiento y arte mágica las enfermedades, así de los hombres como de los animales, aunque sean desacostumbradas y no conocida, antes bien les debe consolar y quitarles del pensamiento cualquiera mala sospecha, y no permitirá que echen la culpa a alguno de los vecinos u otros conocidos, para evitar todo género de rencor, y excusar enemistades, venganzas y otras cosas peores.
Para saber si una persona está poseída del demonio importa examinar las causa porque se juzga haber entrado en su cuerpo, pues algunas veces lo permite así Nuestro Señor para mayor honra y gloria suya y más merecimiento del hombre. Empero, de ordinario, los pecados son causa de este gran trabajo. Otras veces es la causa el demasiado sentimiento y la desesperación por alguna pérdida de los bienes temporales. Otras veces es la causa la maldición de los padres, y el ignorar los remedios contra las tentaciones del demonio, y por no acudir a tiempo a los doctos para tomar consejo.
Segundo: procurará saber el Exorcista de qué modo entraron los demonios en el cuerpo del enfermo, por que antes suelen aparecérsele en horrible y espantosa figura, y esto de noche y en lugares lóbregos y oscuros. Otras veces le espantan y atemorizan y le maltratan lastimosamente. Otras veces entran en forma de aire, de ratón, y de otros animalejos. Finalmente, algunas veces, parece que le derraman por las espaldas un vaso de agua fría, y que desde la cabeza a los pies se le pasea todo un ejercito de hormigas.
Unas de las señales de que hace mención la Sagrada Escritura es la inobediencia del Energúmeno, su obstinación y rebeldía a la ley de Dios y cosas tocantes a su santo servicio.
Segunda señal es una repentina enfermedad, que le incita furor, mordiéndose las manos, echándose por el suelo, en el fuego, en el agua, y poniéndose en peligro de acabar la vida.
Tercera señal es si se turba en presencia de las cosas sagradas, como es la Cruz de Nuestro Salvador, las reliquias de los santos, etc., y también del mismo Exorcista. No quiere pronunciar ni quiere oír palabras santas, rehúsa tomar el agua bendita, y si se le obliga a acudir al santo sacrificio de la misa se pone furioso y echa espumarajos por la boca, y sus ojos, abiertos en demasía, miran extraviados.
Uno de los indicios más verdaderos es el hablar o entender latín, sin haber estudiado, y tratar muy doctamente de los altos misterios de la Fe y Sagrada Escritura, siendo un ignorante; y describir o revelar secretos y pecados que no puede saber sino el mismo que los cometió.
Finalmente, lo que más en cuidado pone al Exorcista es cuando el demonio, con capa de enfermedad, de tal modo se retira y esconde que se hace dificultoso el conocerlo. En semejante caso aconsejo se dirija a Dios con oraciones y ayunos, y procure juntamente con los exorcismos quitar al demonio sus fuerzas; aconsejando también al enfermo a que de veras y de todo corazón se convierta a Dios por la frecuente confesión y sagrada comunión, y que con sus oraciones y limosnas solicite buen fin en tan alta empresa.
El escaso resultado que algunas veces suele obtener el Exorcista es debido a su mucha ignorancia, no sólo en entender, sino también en leer los Conjuros. Así pues, para que algunos de los Exorcistas poco despiertos puedan usar decorosamente su cometido, procuraran leer muchas veces los Exorcismos, porque llegada la ocasión los puedan decir desembrazados y con valentía. Pero lo mejor es, que el que quiera ejercitarse en este arte tome de memoria lo más principal de los conjuros, que con esta diligencia se hallará más entendido y mandara al demonio con más imperio. Y porque ellos ha de hallar muchas palabras griegas y hebreas, que significan el Nombre de Dios y atributos de la Virgen, quise poner aquí su significación, para que las entiendan y las digan con mucha reverencia y más aplomo.
en que se trata extensamente de los Exorcismos, Conjuros y Oraciones para dominar y ahuyentar a los demonios.
PREAMBULO
El Exorcista que hubiere de hacer esta obra de caridad, no debe creer fácilmente lo que digan porque en esto de endemoniados hay mucho engaño; y así en habiendo escuchado a los que traen al enfermo pregunte en secreto al paciente el estado de su alma, y cuánto tiempo ha que padece el ataque, con qué accidente le dio y en qué parte, y si de esta relación formase concepto de que hay posesión diabólica, se le dirán los exorcismos y las oraciones que más adelante se hallarán.
Para conjurar no se debe consentir que concurra mucha gente al acto, y a la que hubiere se le mandará a poner de rodillas suplicando a Dios que dé salud al poseso. Obsérvese también que a un mismo tiempo no conjuren dos, a fin de que no suceda el encontrarse en los mandatos, y procure que la obra esté exenta de curiosidad, interés y vanagloria.
Llegada la hora, ármese de fe, ponga toda su confianza en Dios, persígnese y dígase al Acto de Contrición y empiece su obra meritoria con el Padrenuestro, el Avemaría y el Credo.
que debe decirse antes de empezar cualquier conjuro
Omnipotente y Eterno Dios, Padre de bondad infinita, y Dios de todo consuelo: mira nuestra aflicción y ayuda a los que en Ti esperamos y acudimos al seno de tu misericordia con el corazón contrito y humilde. Aplaca, Señor, tu ira y vuelve a nosotros. Grande es nuestra iniquidad, pero mayor es tu bondad, en la cual confiados, te invocamos, te adoramos, te bendecimos, para que te dignes exterminar y ahuyentar a todos los espíritus malignos que maltratan a esta criatura. Por Nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina en unión del Espíritu Santo. Por los siglos de los siglos. ATHANATOS. † Amén.
Te exorcizo,† N.N., en nombre de Dios Padre Omnipotente, y en nombre de Jesucristo† su Hijo y Señor nuestro, y por virtud del Espíritu† Santo, para que te hagas vaso limpio, santo y purgado de toda mancha de iniquidad, y de todas las enfermedades, maleficios, encantamientos y ligaduras hechas en tu cuerpo o cerca de él, en tu casa o en cualquier otra parte, tanto por el demonio como por sus aliados en brujería, cuyos maleficios dispongo sean deshechos en nombre de la Santísima Trinidad, y te ato a ti, maldito diablo y a todos tus compañeros para que jamás tengáis la potestad de permanecer en este cuerpo desde la planta de los pies hasta la cabeza, y os veáis en seguida en la necesidad de marcharos con todos vuestros maleficios.† Amen.
(Se rocía al espiritado con agua bendita, y se dice):
Por la aspersión de esta agua, con el auxilio de Dios, destrúyanse en ti todos los sortilegios del demonio, y él mismo salga manifiestamente de ti, e infúndase la virtud del Espíritu Santo† Amen. (Dele a besar la Cruz). He aquí la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo: huid partes adversas, vence el León de la tribu de Judá, raíz de David.
Mande callar al demonio, diciendo:
Espíritu inmundo, cualquiera que seas, yo te conjuro† por Dios vivo y verdadero a ti y a todos tus compañeros, asediando y de cualquier modo que fuere vejando a esta criatura de Dios, y en honor de los sagrados misterios de la Encarnación, del Nacimiento, de la Pasión, Resurrección y Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, os mando que no habléis sino lo que sea cierto y pueda redundar en alabanza y gloria de Dios, y que nada digáis contra mi ni contra los que me rodean, y que a esta criatura no la dañéis en el alma ni la atormentaréis en el cuerpo.
Nuevamente os conjuro,† por la Santísima Virgen María y por su Esposo San José y por los méritos de (tal)Santo, y os mando que el mayor de vosotros suba a la lengua y diga su nombre y de qué legión sois, la causa por qué vejáis a esta criatura, y el día y hora de vuestra salida, con señales de la extinción de (tal) luz (señale la luz que ha de matar), bajo pena de enviaros al lago de fuego y de azufre.
(si está cierto de que son diablos y con este conjuro no se manifiestasen, podrá repetirlo más veces, y en descubriéndose, hágales dar la obediencia con juramento, colocándole al enfermo alrededor del cuello una cinta bendecida, que atará con tres nudos diciendo):
En nombre de Padre,† y del Hijo,† y del Espíritu† Santo os ato, espíritus rebeldes, en cualquier parte que os halléis de este cuerpo, y os privo de toda virtud de imperar, y os mando que incontinenti entendáis las palabras de mi conjuro, y por el precepto que ahora os hago no oséis, ni podáis alejaros de esta criatura; antes bien seáis atados y encadenados, hasta que seáis soltados por mí o por otro exorcista.
De igual manera conjuro,† ato y mando a todos y a cada uno de los espíritus inmundos, existentes en el aire, en la tierra, en las aguas y en otro lugar cualquiera, que de ningún modo os ayuden ni obedezcan, ni se acerquen a esta criatura, bajo las penas arriba dichas.
si estuvieren rebeldes, pida socorro al Señor diciendo:
Levántate, Cristo, ayúdanos. Y líbranos por tu nombre.
Señor, atiende mi oración. Y mi súplica llegue a ti.
El Señor sea con nosotros. Y con su espíritu. † Amen.
Omnipotente Señor, Verbo del Padre, Jesús Redentor Nuestro, que diste a tus Santos Apóstoles la potestad de hollar las serpientes, y que entre otros de tus admirables preceptos te dignaste decir "Curad a los enfermo, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos y echad a los demonios": humildemente te ruego que a mí, indigno siervo tuyo, concediéndome fe y virtud para que logre confiado y seguro vencer a este creul demonio y a sus compañeros y acompañamiento, provisto de la potestad de tu santo brazo. Por ti, Jesús Redentor Nuestro, que con el Padre, etc.
El Señor sea con nosotros. Y con su espíritu. † Amén.
Te exorcizo,† espíritu inmundo, toda incursión del adversario, todo fantasma, toda legión en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, para que salgas y te alejes para siempre de esta imagen de Dios. El mismo te manda, el mismo que desde lo alto de los cielos te mandó que te hundieras en lo profundo de la tierra. Te lo manda el mismo que aplacó el mar, los vientos y las tempestades.
Oye, pues, y teme, Satanás, enemigo de la fe, enemigo del género humano, portador de la muerte, raptor de la vida, decantor de la justicia, raíz de los males, fomentador de los vicios, seductor de los hombres, traidor de las naciones, incitador de la envidia, causa de la discordia y, en fin, rústico villano: ¿por qué aquí perteneces y resistes, sabiendo que Cristo pierde tus caminos? Teme a Aquél que fue inmolado en Issac, vendido en José, muerto en el cordero, crucificado en el hombre, fue triunfador del infierno.
(Precepto que se puede repetir una o muchas veces después de cada conjuro).
Aléjate, maldito conjurado † y para siempre expulsado en nombre del Padre,† y el Hijo † y del Espíritu† Santo. Cede el lugar al Espíritu Santo por esta señal (en la frente) de la Santa Cruz de Jesucristo† Señor Nuestro, por cuya virtud la morada de este cuerpo sea para ti y tus compañeros en confusión y aumento de penas infernales, por instantes, por centenares de miles y por millares de millares de veces más que las penas de aquellos que son atormentados en lo profundo del infierno. No descanses, ni ceses de continuo trabajo hasta que, disueltos todos los maleficios, enfermedades y dolores, tanto del alma como del cuerpo, y dando señal verdadera, te marchas para siempre de esta criatura con todo tu acompañamiento.† Amén.
Da honor a Dios vivo y verdadero, maldito diablo, perro rabioso, dragon infernal. Da honor a Jesucristo Señor Nuestro. Da honor al Espíritu Santo. Aléjate de este siervo de Dios, y mientras no salgas, de esta señal de la Santa † Cruz que en su frente hacemos, sea para ti y para tus compañeros azote durísimo por el que seáis atormentados. † Amén.
Levántese Dios y disípense sus enemigos.
Y huyan de su presencia los que le odiaron.
El Señor sea con nosotros. Y con su espíritu. † Amén.
Dios creador del género humano, que formaste el hombre a tu imagen, mira sobre este siervo tuyo, que es víctima de las maldades del espíritu inmundo, a quien el adversario, antiguo enemigo de la tierra, rodea con horror del miedo, trastorna con el estupor el sentido de la mente humana, la turba con el terror y la agita con el miedo de incesante temor. Rechaza, Señor, la virtud del Diablo y remueve sus falaces asechanzas; huya lejos del impuro tentador. Con el sello de la Santa † Cruz sea armado tu siervo en el alma y en el cuerpo (hazle tres cruces en el pecho diciendo): Tú custodies lo † interior de este cuerpo. Tú rijas las † entrañas, Tú confirmes para que se desvanezcan del alma las tentaciones de la potestad adversa. Concede, Señor, la gracia de esta invocación de tu santísimo nombre de que el que hasta aquí aterrorizaba, huya aterrado y se marche vencido, y que este siervo tuyo, sincero de mente y firme de corazón, te pueda prestar la debida servidumbre. Por Cristo Señor Nuestro. † Amén.
Te conjuro,† Antigua Serpiente, por el Juez de los vivos y de los muertos, por el Hacedor del mundo, por aquel que tiene la potestad en enviarte al averno; y te mando que sin demora te marches con todas tus obras y maleficios, de este siervo de Dios, que acude al seno de la Iglesia. Te conjuro † una y mil veces, no confiando en mi poco valer, sino fortalecido por la virtud del Espíritu Santo, para que bajo las penas arriba dichas, salgas de este siervo de Dios a quien el Señor omnipotente hizo a su imagen.
Cede, pues, cede, no a mí, sino al Ministro de Cristo. Te apremia el poder de aquel que te subyugó al imperio de su Cruz.† Teme el brazo de Aquel que, vencidos los rugidos del infierno, condujo las almas a la luz: aterrorízete (en el pecho) el cuerpo del hombre: espántate (en la frente) la imagen de Dios: no resistas, ni retardes el apartarte de esta criatura porque a Cristo le pulgo habitar en el hombre, y no creas que me has de despreciar, mientras conoces que soy demasiado pecador. Te manda Dios † Padre, te manda Dios † Hijo, te manda Dios † Espíritu Santo, te manda el Sacramento de la Cruz.† Así, pues, espíritu maldito, villano, rústico, bestia escabiosa, cerdo flaco, márchate para siempre de esta criatura. Y líbranos Dios por la gloria de tu nombre. El Señor sea con nosotros. Y con su espíritu. † Amén.
Señor Santo, Padre Omnipotente, eterno Dios, que depuraste a aquel rebelde apóstata y tirano con el fuego del abismo; y enviaste a tu Unigénito a este mundo para que quebrantase a aquel rugiente, atiende velozmente y apresúrate, a fin de que libres al hombre creado a tu imagen y semejanza de la ruina y del demonio maldito. Da, Señor tu terror sobre la bestia que extermina tu viña, y arroja a este muy malvado demonio, para que no quebrante a los que en ti esperan, y no diga, como ya dijo a Faraón, "no conocí a Dios, no despido a Israel"; apresúrele tu potente diestra a marcharse de tu siervo y no presuma tener constantemente cautivo a quien tu te dignaste hacer a tu imagen y redimiste en tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos Amén.
Te conjuro,† espíritu seductor, lleno de todo dolo y falacia, enemigo de la vida, ingrato a tu Creador, para que salgas inmediatamente de esta criatura. Haz sitio, impiísimo y espureísmo, haz sitio a Cristo, en quien nada encontraste de tus obras; que te despojó, que te destruyó tu reino, que te ató y rompió tus vasos, que te arrojó en las tinieblas infernales, donde habrá muerte perpetua para ti y para tus compañeros. ¿Por que te resistes, villano rústico? ¿Por qué, temerario, te resistes, bestia escabiosa? Culpable eres para el Dios omnipotente, cuyas órdenes traspasaste. Culpable eres para el Hijo Jesucristo Nuestro Señor, a quien osaste tentar y presumiste crucificar. Culpable eres para el género humano, a quien con tus persuasiones propinaste el veneno de la muerte. Márchate para siempre, bestia infernal, espíritu inmundo, villano y espureísmo, márchate.
Nuevamente te conjuro, † vil Dragón Rojo, en nombre del Cordero inmaculado que caminó sobre el áspid y el basilisco, y holló al león y al dragón, para que te marches (en la frente) de este hombre, te marches (sobre los circunstantes) de la Iglesia † de Dios. Huye, pues, villano, al oír el nombre de aquel Señor, a quien tiemblan los infiernos, a quien las virtudes de los Cielos, Las Potestades y las Dominaciones están sujetas, a quien los Querubines y los Serafines a una vez alaban, diciendo: "Santo, Santo, Santo, Señor Dios, ELOHIM SABAOTH".
Sal, espureísimo, sal de esta criatura, te lo manda Dios, te lo manda el Verbo hecho carne. Jesús Nazareno, que como despreciaste a sus discípulos te mandó salir humillado y confuso del hombre: en cuya presencia como te hubiese separado del hombre ni te atrevías a entrar en una manada de cerdos. Duro es para ti el resistir, porque cuanto más tardes en salir, tanto más crece el suplico para ti, que no desprecias al hombre, sino a Aquel que es dominador de vivos y de muertos, por cuya virtud se te aumenten las penas infernales, hasta que te marches para siempre. Levantaré en ti aquel muy infame Lucifer, que fue echados del cielo armado con todo su indignación, a quien conjuro † y mando que te arroje y te precipite en el fetidísmo lugar de Judas Iscariote, donde seas atormentado hasta el día del juicio. † Amén.
Señor Dios de las virtudes, atiéndenos. Para gloria de tu nombre, expele aquí a nuestros enemigos.
para cuando un exorcismo se suspende para otro día
Puesto que vosotros todos, malditos diablos existentes en esta criatura, que por vuestra soberbia permitida de Dios por sus justísimos juicios, no cesáis de dejarla; os manda Dios por nuestro ministerio que inmediatamente os separéis de todo lugar y miembro de su cuerpo, y pongáis vuestras fuerzas en el pulgar de su pie izquierdo privándolo de todo sentido, y que de allí no podáis en modo alguno apartaros, hasta que por mí o por otro exorcista seáis librados. (Dele a besar un Santo-Cristo, y dígase a la vez): Id, malditos, al lugar que os ha sido señalado, y dad señal de vuestra reclusión, levantando el cuerpo del suelo.
(En dando la señal prosiga): Os pongo freno, † por cuya virtud fuertemente os ato y os mando que no subáis a la cabeza de esta criatura, ni a sus miembros, ni la espantéis despierta, ni dormida, ni sentada, ni de pie; antes bien la permitáis orar, comer, beber, trabajar, andar, descansar y hacer todo aquello que atañe a la honra de Dios, y a la salud de su cuerpo. En el nombre del Padre, † y del Hijo, † y del Espíritu† Santo. Amén
Precepto para los que salieren.
A todos vosotros, espíritus inmundos que habéis salido de este cuerpo, os mando en nombre de la Santísima Trinidad, Padre,† Hijo,† y Espíritu† Santo, que no volváis a él, sino que seáis atados y privados del poder de mostraros a esta criatura y de hacerle ilusión alguna, tanto fantástica como real; y que no la podáis ofender ni dañar en el cuerpo o en el alma; ni volver de nuevo para vejarla, ni enviar a otros demonios en lugar vuestro, sino por el sobredicho precepto séais obligados a ir a las mansiones infernales o a los lugares que por Dios os fueron asignados:
He aquí la Cruz † del Señor: huid, partes adversas. † Venció el Leon de la Tribu de Judá, raíz de Davis. † Aleluya.
Dios de Israel, Dios de Isaac y Dios de nuestros Padres, piadosísimo, consuelo de los que a ti claman, muéstranos tu misericordia, envíanos auxilio de tu Santo cielo, santos Angeles que destruyan y separen de esta criatura todas las obras del diablo y precipiten a lo profundo del abismo a estos espíritus malignos que la vejan y ocupan para engañarle y perderla; no permitas que se oculten en su cuerpo, ni en ninguna ropa ni juntura de sus miembros; noles dejes descansar, sin que manifiestamente uyan de la criatura que tú, Señor, adquiriste, no con oro, ni con plata, ni con piedras preciosas, sino con la preciosa sangre de tu Hijo Jesucristo, que contigo vive y reina, por los siglos de los siglos. † Amén.
Los cuatro elementos de la Naturaleza: Aire, Tierra, Fuego y Agua, están poblados por los espíritus elementales, que el sabio cabalista domina a su antojo y se sirve de ellos como de fuerzas misteriosas.
En la edad paradisíaca, Adán era el rey y señor de los Elementos, mas al perder su inocencia quedóse desposeída de su pureza dominadora y esa fuerza es la que el hombre puede adquirir por los medios que nos ha transmitido la Kábala. Esta ciencia nos descubre el orden jerárquico de todas las entidades invisibles que pueblan los tres mundos, y nos enseña la manera de trabar conocimiento con ellas.
Los espíritus elementales, llamados así porque su morada está en los cuatro elementos, se clasifican en cuatro clases, y son los siguientes: los Silfos, que pueblan el aire; los Gnomos, que moran en las profundidades de la tierra; las Salamandras, que se hallan en el fuego, y las Ondinas, que viven en el agua.
Cada uno de esos grupos está bajo el dominio d eun espíritu superior, cuyo nombre es Rey, y cada Rey se honra con una oración particular impregnada de poesía.
Espíritu de luz, Espíritu de sabiduría, rey Increado, cuyo aliento da y recoge la forma de todos los seres: Tú, aquel ante quien la vida de todo lo creado es una sombra cambiante y un vapor que pasa; tú, que subes a las nubes y que vas llevado por las alas de los vientos; tú, que respiras y así pueblas los espacios sin fin; tú, que aspiras y todo lo que de ti sale a ti vuelve. Movimiento sin fin en la estabilidad eterna, sé eternamente bendito. Nosotros te alabamos y bendecimos en el imperio de la luz creada, de las sombras, de los reflejos y de las imágenes, y sin cesar aspiramos a tu inmutable e imperecedera claridad. Deja llegar hasta nosotros la luz de tu inteligencia, el calor de tu amor. Entonces lo que es móvil será fijo, la sombra será un cuerpo, el Espíritu del aire será un alma, el ensueño será una realidad. Y nosotros no seremos ya arrollados por la tormenta, pues retendremos las bridas de los vientos de la noche para volar ante tu presencia. ¡Oh suspiro creador de todos los seres! En el flujo y reflujo de tu Eterna Palabra, que es el Océano Divino del Movimiento, ¡protegenos! Amén.
Rey invisible que has tomado la Tierra por sostén, que has abierto los abismos para henchirlos con tu omnipotencia: Tú, cuyo nombre hace temblar las bóvedas del mundo; tú, que haces correr los siete metales por las venas de la tierra; Monarca de las siete luces, renumerador de los obreros subterráneos, llévanos al aire deseable y al reino de la claridad. Nosotros velamos y trabajamos sin descanso, buscamos y esperamos por las doce piedras de la Cuidad Santa, por los tesoros que están enterrados, por el clavo de imán que atraviesa el centro del mundo. Señor: Ten piedad de los que sufren, ensancha nuestros pechos, levanta nuestras cabezas; engrandécenos ¡Oh estabilidad y movimiento! ¡Oh, día envuelto en la noche! ¡Oh, obscuridad velada por la luz! ¡Oh blancura argentina! ¡Oh, esplendor dorado! ¡Oh, corona de vivientes y melodiosos diamantes! Tú, que llevas el cielo en tu dedo como una sortija de zafiro; tú, que escondes bajo tierra, en el reino de la pedrería, la simiente maravillosa de las estrellas, vive, reina y sé eterno dispensador de las riquezas, de las que nos has hecho guardianes. ¡Ayudanos! Amén.
Eterno, Inefable e Increado, Rey y padre de todas las cosas, que eres llevado en el carra veloz de los mundos que incesantemente giran; Dominador de las etéreas inmensidades donde se levanta el trono de tu poder, desde cuya altura todo lo descubren tus ojos penetrantes y tus oídos santos todo lo oyen; atiende a tus hijos que amas desde el nacimiento de los siglos; porque tu áurea, grande y eterna majestad, resplandece por encima del mundo, del cielo y de las estrellas, y sobre ellas te levantas. ¡Oh, fuego resplandeciente! Allí tú brillas y perduras en ti mismo, por tu propio esplendor y salen de tu esencia inacabables arroyos de luz que nutren tu espíritu infinito. Este espíritu infinito alimenta todas las cosas y hace este tesoro inagotable de substancia siempre dispuesta para la generación que la elabora y que se apropian de las formas que tú te has infundido desde el Principio. De este Espíritu toman también origen esos muy santos reyes que circundan tu trono y que forman tu corte. ¡Oh, Padre Universal! ¡Oh, Unico! ¡Oh, Padre de los Bienaventurados mortales e inmortales! Tú has creado substancias que resultan maravillosamente semejantes a tu Eterno Pensamiento y a tu Esencia Adorable. Tú has concedido superioridad a los ángeles que anuncian al mundo tus verdades. En fin, Tú nos has creado en la tercera categoría de nuestro imperio elemental. Ahí nuestra continua preocupación es la de alabar y de adorar tus designos, Ahí, ardemos en la incesante aspiración de poseerte. ¡Oh, Padre! ¡Oh Madre, la más amorosa de las madres! ¡Oh, admirable Arquetipo de la maternidad y del amor puro! ¡Oh, Hijo, la flor de los Hijos! ¡Oh, Forma de todas las formas: Alma, Espíritu, Armonia y Número de todas las cosas! ¡Bendicenos! Amén.
Rey impetuoso y terrible del mar. Tú que tienes las llaves de las cataratas del cielo y que encierras las aguas subterráneas en las profundidades de la tierra; Rey del diluvio y de las lluvias de la Primavera y de las aguas torrenciales; tú, que abres los manantiales de los ríos y de las fuentes; tú, que mandas a la humendad, que equivale a la sangre de la tierra, se transforme en savia de las plantas, te adoramos y te invocamos. A nosotros, que somos tus móviles e inestables criaturas, háblanos en medio de las grandes conmociones del mar y temblaremos ante tu presencia; háblanos en el murmullo de las aguas límpidas y ansiaremos tu amor. ¡Oh, Inmensidad, en la cual van a perderse todos los ríos del ser, que incesantemente renacen en ti! ¡Oh, Océano de las perfecciones infinitas! ¡Profundidad que te exhalas a las alturas, condúcenos a la verdadera vida por la inteligencia y el amor! Llévanos a la inmortalidad por el sacrificio, a fin de que lleguemos a ser dignos de ofrecerte un día el agua, la sangre y las lágrimas para el perdón de los errores. ¡Sálvanos! Amén.
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